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¿Qué ideas pasan por la cabeza de un hombre que, a los 40 años, con sólo quince de residencia en el país, se larga a caballo –y cuando hiciere falta, a pie- a recorrer la Cordillera patagónica… desde el recientemente fundado Neuquen, hasta Punta Arenas… todo esto en 1904?
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¿Con qué instrucciones fue este agente del gobierno argentino –pues ese era su rol– a recorrer las comisiones que todavía, en ese tiempo, estaban definiendo la geografía de la cordillera patagónica, adentrándose por los bosques, vadeando sus ríos, pasando al otro lado cuando fuera necesario, rastreando por las costas de los lagos, por crestas montañosas, o por el borde de las interminables bardas, la presencia de estos geógrafos locos, aislados, tan solitarios como él?
Guía de viaje, descripción geográfica, relevamiento de flora y fauna, datos antropológicos sobre los habitantes primitivos –todavía sus compañeros de aventura- todo eso y mucho más es este pequeño librito, que se puede leer de un tirón… o detenerse a revisar lugares que muchos de los lectores ya han recorrido, con muy distintos medios de transporte. Es entonces cuando la escritura florida de este italiano a caballo entre dos siglos, adquiere un sabor especial: sabemos de lo que está hablando; la montaña, los lagos y los ríos que cruza son también parte de nuestra memoria, y la magnitud del recorrido se hace presente.
Hay otra mirada también, que recorre todo el texto, contradictoria, como no podía ser de otra manera, en su condición de hombre de la \»ilustración\» europea inmerso en las profundidades de la cordillera patagónica, compartiendo con paisanos -criollos, mapuches o tehuelches- la supervivencia en esos parajes. Sorprende aíºn, 100 años después, el grado de \»modernidad\» de sus observaciones, de sus acciones, de su equipo. Esa mirada moderna no escatima comentarios, críticas, sugerencias; percibe el drama que subyace en la conquista que aíºn resta por completar, pero su convicción lo proyecta a un futuro de rutas y camiones que parecen casi imposibles para la imaginación más afiebrada de principios del siglo XX. Por supuesto, leído en clave actual, puede uno considerar ingenua (o no tanto) esa mirada.
Último comentario: si alguna vez el lector llegó a un hito fronterizo entre Argentina y Chile en medio de la Cordillera… dedíquele un recuerdo a estos audaces que los pusieron hace más de cien años, acarreando los 300 kg de hierro por lugares inimaginables.